viernes, 24 de febrero de 2017

El mundo que soñó Van Gogh

Fragmento de una carta de Vincent Van Gogh a su hermano Theo:

La Haya, 2 de enero de 1883.
(...) «Precisamente porque busco y porque quisiera mantener una amistad verdadera me es tan difícil resignarme a una convencional.
Cuando por ambas partes existe el deseo de vivir en amistad, si de vez en cuando no se está de acuerdo, uno no se resiente tan fácilmente, o, si se resiente, se repone pronto. Pero cuando se es convencional, es casi inevitable que se produzca la amargura, precisamente porque uno no puede sentirse libre, y mientras no se dé curso a los verdaderos sentimientos, éstos bastan para dejar recíprocamente una impresión desagradable y duradera, y se debe desesperar de la posibilidad de llegar a significar algo el uno para el otro. Donde hay convencionalismo, hay desconfianza y de la desconfianza nacen toda clase de intrigas. Y con un poco más de sinceridad la vida resultaría mutuamente más fácil.
Sin embargo, uno se acostumbra a las situaciones existentes, pero esto no es normal, y si fuera posible retroceder de golpe treinta, cuarenta o cincuenta años, creo que nos sentiríamos más cómodos entonces que ahora; es decir, que tú y yo, por ejemplo, nos sentiríamos más a gusto. En cincuenta años, creo, no se querría vivir esta época. Porque si ha de originar una época de decadencia, acabaremos muy embrutecidos para reflexionar, y si se produce un cambio para bien, «tanto mejor».
Yo no creo que sea absurdo creer que es posible que vuelva a haber una especie de época rococó, porque esto que, en la historia de Holanda, se ha llamado época rococó, se ha originado en el relajamiento de los principios y en la sustitución de lo verdadero por lo convencional. Cuando los holandeses quieren, surgen los síndicos de los pañeros, pero cuando la sal pierde su sabor viene una época de decadencia. La historia prueba que no viene de golpe, pero que puede suceder."


     En las fechas en las que esta carta fue escrita, Van Gogh andaba bastante decepcionado con la realidad que había encontrado en el «mundillo de artistas» con el que tanto había soñado y al que tanto había ansiado acercarse, de ese modo se lo señaló a su hermano en más de una ocasión: 
(...) «Me estuve acordando del año pasado, cuando llegué a esta ciudad. Me había imaginado que los pintores formaban una especie de círculo o asociación donde reinaban el calor, la cordialidad y una cierta unanimidad. Esto me parecía muy natural y no sabía que pudiera ser de otra manera. No quisiera perder las ilusiones que alimentaba a este respecto cuando vine, aun cuando deba modificarlas y hacer la distinción entre lo que es y lo que podría ser.
No podría creer que es un estado natural el que haya tanta frialdad y desacuerdo. ¿A qué se debe? No lo sé, y no tengo autoridad para examinar esta cuestión (…)».

     …Y puestos en situación, me pregunto, ¿es esto algo inherente al mundo del arte, se lleva sobre los hombros como algo inmortal e inflexible? El eterno menosprecio, la imperecedera falta de empatía y espíritu, ¿siempre empapa al hombre con esa visión del ser único, único y central sobre el mundo?
     Recuerdo casi con cariño mis primeros acercamientos al «mundo poético»; esa exaltación que sentía, casi como sumergida en un fenómeno fan de adolescente, al esperar durante horas en la puerta de alguna librería, biblioteca, o incluso bar para escuchar poesía. Recuerdo casi alegremente las primeras veces que tuve la ocasión de hablar con algunos de esos poetas que me gustaban y que tanto admiraba por entonces, mis primeros contactos con cierta gente de este entorno que —incluso a veces sin escribir ni un punto y coma de poesía— disfrutaba con ella y con la que podía, por tanto, compartir mis gustos y neonatos pensamientos, lo recuerdo casi como si de repente volviera a tener mi cara roja y mis manos sudadas y temblorosas. Pero también recuerdo el sonido de cristales desperdigándose por el suelo a medida que fue pasando el tiempo, aún siguen sonando: la tapa metálica sigue haciendo círculos en el suelo tras la caída.
    Quiero decir, ¿es siempre así, es necesario mantener esta amistad de careta y convencionalismo? Es bastante lamentable reconocer que cuando mejor me han tratado, o cuando más integrada he estado, ha sido cuando he estado cerca de «personas influyentes» en este 
«mundillo», como si se separase a mi persona de mi cuerpo, de mi esencia humana, y se me redujera a ser nada más que un pequeño escalón que diera paso al gran escalón, desde el que poder mirar desde más arriba (¿cómo de absurdo parece esto?); pero sí, cuando mejor me han tratado ha sido cuando no sabían que yo era otra nadie, otra sin cara ni nombre ni estrella. 
    Comparemos esto con otros «mundillos»: 
Nunca me han dicho: «estás conmigo porque soy piloto y quieres viajar gratis por el mundo», ni siquiera cuando trataba a mi, por entonces, novio piloto de una forma ciertamente reprochable...
Nunca me han dicho: «estás conmigo porque soy cocinero y quieres comer rico sin manchar ni una sola sartén con tus manos», y eso que es bien sabido mi eterno odio por la cocina y el delantal...
Pero ¿cuántas veces me han dicho: «Te acercas a mí solo porque escribo»? ...No las puedo contar.
    Por eso, que Van Gogh señale justo el retorno de una época rococó me resulta tan esperanzador si se extrapola a las relaciones y, de este modo, a la amistad; pues ¿no sería bella una amistad no dirigida a los dioses o a los monarcas de la poesía sino a la sociedad sin huella ni firma, a los individuos todos que compartimos asuntos genéticos e históricos y nada especial por lo que ser enmarcados en la memoria, que compartimos un mismo gusto sobre una extensa gama de diferentes poéticas o, incluso, que estamos en discordia sobre algunas de ellas, pudiendo debatir sanamente sin pretensiones, ni alzas, ni exilio, ni miradas-cuchillo? Una amistad pura y sincera y mundana.
    Me pregunto: ¿es necesario mantener con vida este «mundillo» superficial y agotador, es necesario coger lo bello de las expectativas y romperlas; como copos de nieve que se parten al desaparecer por el pequeño hueco de las alcantarillas... o podemos crear otro nuevo?

«Precisamente porque busco y porque quisiera mantener una amistad verdadera me es tan difícil resignarme a una convencional» «La historia prueba que no viene de golpe, pero que puede suceder».

    Por ello quisiera recuperar el entusiasmo y la inocencia que sentí una vez por la poesía, crear ese mundo de unión y autenticidad, volver a poner colores y palabras sobre el blanco sucio... revivir el mundo con el que soñó Van Gogh.

Fuente: VINCENT VAN GOGH, La Haya (diciembre de 1881- septiembre de 1883), 2 de enero de 1883, Cartas a Theo, prólogo de David García López, Alianza editorial, España, 2008, páginas 131-133.

                                                 De Loving Vincent, primera película «al óleo» 
                                                                             sobre Vincent Van Gogh.

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