sábado, 25 de marzo de 2023

Luminiscente

Esta mañana brillé a la luz de un cocuyo y no me importó, peor habría sido bajo la luminiscencia marina —signo de que seguiría sumergida—, y yo estaba sobre la tierra.

No era de noche y aún así titilaba, comprendí que si bien he estado enfadada con las palabras, ellas también lo han estado conmigo y por eso no me hablaban —casi tres años sin escama ni huella—. Ahora he comenzado a acercarme y se me están escribiendo metas en las manos, soy tan feliz con mi niquiscocio que hasta se comenta que me han visto sonriendo por los trenes, sola, sin causa, porque no saben que esta mañana me ha subido por la pierna un cocuyo y me he ido llenando de destellos azules, me he hecho árbol y he dado frutos, —¿vio también Kafka esta posibilidad?—. He empezado a volver, a aparecerme ante el espejo sin decir tres veces mi nombre.

No es engaño, sé que volverá el agua y seguiré sin saber respirarla, que se me apagarán las luces, y puede que del cocuyo solo quede el recuerdo antes de la ausencia. Pero por ahora me estoy reiniciando, y aunque aún hay recelo entre las palabras —y la comunicación no es fluida—, me aferraré al cocuyo: Porque estuvo sobre mí y no me importó; si me ignora, no me importará.

Porque todo es azul mientras sonrío.

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