domingo, 12 de febrero de 2017

Papiroflexia

      Sucede a veces entre los que masajeamos una mente papirofléxica: que estamos fregando un vaso o esperando el metro en el andén y de repente, pap, se nos dobla una esquina.
Un repliego junto a otro que va formando una escalera, componiendo huecos o lagunas donde depositar una paloma o un recipiente hermético. Un papel cada vez más alto donde fingir que no hemos visto, que hemos fundido en colores hasta encubrir un no-recuerdo.
       Nos sucede a veces a los papirofléxicos: que arrugamos demasiado la altura y se nos cae la escalera, restos de saturados peldaños que van apareciendo por el suelo como una tabla lisa que nos marea nos confunde porque no es su sitio. Una tabla lisa que se convierte en una manta: una manta que nos recubre y no nos deja escapar.
    Hablo de esas mentes que han nacido con un muelle nervioso, las que quedamos expectantes cuando nos descomponemos: como esperando nuevas formas de papiroflexia.


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